O que nuestros gobernantes hagan mercadeo de nuestra ignorancia
LA INFLACIÓN Y EL IVA QUE ABONAMOS EN ARGENTINA
Como una de las medidas de emergencia y necesidad emanadas del Ministerio de Economía dirigido por el benemérito (y nunca olvidable) Domingo Cavallo en 1995 con los superpoderes, se elevó el IVA al 21 % y nunca más bajó. Para eso sirve otorgar “superpoderes” a estos canallas del jaez de Martínez de Hoz, Cavallos y adláteres.
El IVA es el impuesto al consumidor final, es un impuesto “en cascada” que se va descargando en la cadena productiva paso a paso para recaer finalmente todo el monto en el último eslabón, que es el consumidor final, o sea, usted, señor, cuando compra cualquier cosa, usted señora cuando llega a la caja del supermercado. Al ser global, afecta a TODOS los productos que se compran (sólo están exceptuados la leche líquida, el pan, las estampillas, los libros, y los pasajes de corta distancia) y afecta más a quienes tienen menos y gastan todo lo que ganan ya que únicamente se salvan de pagarlo aquellos que ahorran, porque al no gastar, no se aplica el IVA. Por eso, se dice que es un impuesto regresivo.
La recaudación fiscal se basa en impuestos que nos cobra el Estado para mantener servicios y funciones, pero un principio básico en la recaudación fiscal, que lo entiende hasta una madama de lupanar dice que debe primar la equidad, es decir la justa distribución de cargas impositivas, y esto tiene dos ejes: equidad horizontal (si Juan y Pablo ganan el mismo sueldo, deben pagar igual cantidad de impuestos) y la equidad vertical (si Juan gana el doble que Pablo, Juan debe tributar más) pero el IVA corta a todos por igual, da lo mismo que usted compre una docena de huevos que si compra cun Cadillac: el Estado le cobrará el 21% del precio de los huevos y el Cadillac, pero usted va entendiendo que no es lo mismo comprar harina, huevos, aceite, fideos, arroz, ropa que se necesitan para sobrevivir mientras el Cadillac es un producto suntuario, que lo pueden comprar quienes tienen riqueza y excedentes de rentas.
El IVA en Argentina del 21 % es el 2do más alto de Latinoamérica, sólo superado por Uruguay que paga el 23%. Pero países donde la salud y la educación pública son de la excelencia de Canadá, el IVA sólo es del 7%. Dicho en otras palabras, menos IVA y más servicios de mucha mejor calidad: educación y salud públicas de primera.
Pero como estamos lejos del primer mundo, no podemos pretender lo mismo; aunque sí podemos exigir que el IVA se aplique en forma discriminada, en tasas no superiores al 10% (como sucede en Paraguay) para los productos de la canasta familiar y los consumos básicos y el 21% actual para todos los productos excedentes, suntuarios o como queramos llamarlos. Pero sostener este IVA global del 21% para todas las compras, es injusto, recesivo económicamente y un látigo para quienes no pueden ahorrar.
Si a esta carga impositiva injusta y excesiva le agregamos la inflación, tenemos un calvario monetario por delante, porque la inflación es el impuesto invisible que castiga más de nuevo a quienes menos tienen, el dinero se le “licúa” virtualmente en su bolsillo ya que los sueldos aumentan (con suerte) una o dos veces al año, pero la inflación no descansa y va trepando día a día, corroyendo sus ganancias.
Ya que estamos en tiempos proselitistas deberíamos martillar en la cabeza de nuestros representantes hasta conseguir que se trate en el Congreso de la Nación la ansiada reforma impositiva que prometiera la Presidenta cuando inauguró las sesiones en mayo pasado. El recorte del IVA de Cavallo y su discriminación entre productos de la canasta y productos suntuarios se hace indispensable, con menos carga impositiva para la mayoría, la inflación debería detener esa carrera alocada hacia la nada.
Alejandro Bovino Maciel
Julio 2011
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