Los fantasmas de una mujer torturada en la dictadura
(Fuente Clarín.com) (Al final hay un enlace para leer la nota directamente de Clarín.com)
"Sin embargo, hay otros recuerdos que no se sitúan en ese extremo. Cuando me llevaban al baño, una vez abiertas las esposas, empezaba un interminable recorrido por pasillos –la venda siempre puesta– y un montón de manos me tocaban, me manoseaban, me bajaban las bragas, me metían sus dedos y sus penes entre las piernas, en mi vagina y se frotaban contra mí, me echaban el aliento a la cara, me lamían y… ¡me hablaban!"
"Cuerpos sin caras , manos sin cuerpos, penes sin identidad, sin ojos, sin rostros. Lo que esos cuerpos me trasmitían en ese momento ya no era lo mismo que en la tortura, era algo distinto, algo como desesperación, como angustia , como soledad, como anhelo, como pedido de socorro. Me hablaban mientras me tocaban, mientrasderramaban su semen en mí, susurraban con voces que parecían venir de un mundo de angustia, de soledad y de locura, una desesperación que buscaba sosiego en ese contacto fugaz, torpe absurdo, grotesco".
“¡Sentime!” "murmuró una voz mientras un cuerpo me apretaba contra su pecho y pasaba su pene por entre mis piernas. Parecía un ruego, una súplica de consuelo. Era horrible sentirse ciega y a merced de esas manos y de esos cuerpos, pero no había en esos momentos ni golpes, ni era el dolor de la tortura , era más bien agobio, asco lo que sentía, algo que me pesaba y al mismo tiempo me sorprendía: ¡aquellos hombres estaban desesperados y también sumergidos en el infierno! Parecía que buscaban alivio con esos torpes gestos sexuales".
"Sentí su propia angustia derramarse en mí, junto con su semen. La vida es así de extraña. Cuando su carne contactaba con la mía, yo sentía que más allá (o más acá) de las ridículas abstracciones que nos habían llevado a aquel sótano (“ideologías”, “patriotismo”, “obediencia”, “política”, todas abstracciones ajenas a la vida), en lo más profundo y verdadero todos éramos parte de lo mismo y por eso tocar la carne de esos hombres era tocar también sus almas y sentir también su propio dolor, su locura y su desesperación: la carne de uno y de otro se decían mutuamente su dolor desesperado, su anhelo de luz, su terror y las almas contactaban por un segundo y se sobresaltaban al descubrirse en su semejanza, en su pertenencia a algo común".
Ubuntu llaman a esto los africanos, pero eso lo supe mucho después.
"No fue hasta hace muy poco que el fantasma de aquel niño abortado se me apareció. Fue después de una reunión en la que de forma casi sobrenatural alguien evocó a un niño muerto en la Guerra Civil Española. Entonces yo fui ese niño muerto por un rato y a continuación surgió ese otro niño que no traje al mundo y que ahora tendría 35 años. Me vi frente a él, supe que era un varón, supe que ese niño era de Dani y no de los militares, supe que convencerme de lo contrario fue la única manera que mi mente de niña tuvo entonces para poder seguir viviendo y no enloquecer".
"Estuve todo ese día paseando con él de la mano por las calles de Madrid, contándole lo que había sido mi vida, lo que había construido en todos estos años, cómo me había convertido en una mujer adulta, cómo había conseguido seguir viviendo después de aquella pesadilla, explicándole lo golpeada y lo aterrorizada que me sentí entonces, hasta qué punto era yo un cachorrillo asustado que buscaba sobrevivir. Le pedí disculpas por no haber tenido fuerzas para hacerme cargo de su vida".
"Al final le di un abrazo y me despedí de él para siempre. Así quedaron las cosas, así se arreglaron las cuentas entre los tres protagonistas de esta historia tan íntima: madre, hijo y Dios . Nadie más forma parte de un asunto como este: no hay más que esas tres partes cuando un niño no llega al mundo. Los demás sólo pueden ayudar y acompañarnos, como lo hicieron los que me rodeaban en aquel momento, empezando por Dani, que compartió todo el dolor, toda la pena".
Al leer esta nota me pregunto ¿Como no se considera la trata de personas como un delito de lesa humanidad?
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