La mamá de Marita acusó al poder político de Tucumán
Por Sibila Camps
“Que aparezca mi hija con vida”, reclamó. Susana Trimarco dijo que el entonces gobernador Julio Miranda metió “en la Casa de Gobierno a la mafia”. Y también, que su secretario de Seguridad desvió la investigación. Hoy seguirá declarando.
Ayer, cuando por fin declaró ante el tribunal que juzga a 13 imputados de haber secuestrado y prostituido a su hija, Susana Trimarco volvió a enumerar en detalle todos los funcionarios, organismos y personas que trabaron o desviaron la investigación para encontrar a Marita. Y puso en un lugar destacado al gobierno del justicialista Julio Miranda, al que acusó de haber “metido en la Casa de Gobierno” de Tucumán a “la mafia de los Ale”.
La madre de la víctima declaró durante tres horas y continuará hoy. En cambio, a último momento decidió no hacerlo Lidia Irma Liliana Medina, a quien se atribuye ser dueña de los prostíbulos donde fue vista Marita, y víctima también de Daniela Milhein, otra de las acusadas, que el martes se quebró y confesó haber sido prostituida por Rubén La Chancha Ale.
Trimarco juró por Dios y exhortó: " Que aparezca mi hija con vida. Que me entreguen a mi hija. Que digan la verdad. Que digan dónde está”.
Luego contó en detalle cómo se fue armando su familia: los empleos de su esposo, Daniel Horacio Verón, y también los suyos, en el área social; la llegada de sus hijos, Horacio (35) y Marita (“33 tendría ahora”).
“Yo los crié con educación, con buenos hábitos de vida” .
En su relato –a veces en presente, otras en pasado–, esa familia ideal sufrió la primera sacudida cuando Marita se puso de novia con David Catalán, a quien los Verón “no veían muchas aspiraciones”. El segundo, cuando quedó embarazada de Micaela. Después de cada cimbronazo, los padres siempre la ayudaron. Trimarco recalcó esto, ya que la acusada María Jesús Rivero, el martes buscó sembrar sospechas sobre Catalán.
Desaparecida Marita, Susana fue rescatando de su memoria muchas “cosas raras” que ella relaciona con su secuestro: llamadas sin hablar y, sobre todo, las indagaciones de la enfermera Patricia Soria y su relación con Miguel Ángel Ardiles, un empleado de la Maternidad.
Sin titubear jamás, sin necesidad de reprimir siquiera un sollozo, trasmitió la angustia, el tormento de la incertidumbre y la desesperación que fueron acumulándose en esta búsqueda infinita. Policías que no quieren tomar la denuncia. Recorridas de parientes y amigos en el radio de la Maternidad. Policías que no tienen papel, ni vehículo en condiciones, ni nafta.
Un legislador los acercó al entonces subsecretario de Seguridad, Julio Díaz.
“En ese momento estaba el atorrante de Miranda en la Casa de Gobierno (digo ‘atorrante’, porque yo juré decir la verdad). Él metió toda esta mafia en la Casa de Gobierno” . Díaz propuso: “Le vamos a hablar a Rubén Ale, porque él tiene los remises Cinco Estrellas, ellos son los ‘veedores de la ciudad’ nombrados así por contrato–, porque tienen mejores móviles, mejores armas que la Policía. Ellos la van a buscar a Marita”.
“¿Cómo va a ser, si es una mafia?”, dudó Susana. Pero su esposo la convenció de que aún de ser ellos, harían aparecer a Marita para quedar como héroes. Susana ya sospechaba, cuando los Ale mandaron a llamar a su marido: “Estaban la señora que está sentada acá (María Jesús Rivero), ‘La Chancha’ Ale (Rubén), y ‘El Mono’ Ale (Ángel) le dice: ‘Metele una cachetada a tu mujer, hacela callar’. Yo, de estúpida me iba a la Casa de Gobierno: estaba toda la mafia ahí. (…) Son los que manejan la droga y la prostitución en esta provincia. Yo no sé por qué todo el pueblo de Tucumán no se anima a enfrentarlos”.
Vinieron entonces las calumnias. Las amenazas. Las pistas falsas. Los atentados contra Susana. Y en paralelo, según ella, las dilaciones y errores del entonces secretario de la Fiscalía VIII, “el atorrante de (Ernesto) Baaclini1”. Mandó excavar en la casa de los Verón, y allanar la del hermano de Marita en Río Gallegos. Hasta que una mujer en situación de prostitución dio la pista de La Rioja.
Cuando la dejaron, fue a los allanamientos. Así encontró a la primera persona que dijo haber visto a Marita: Anahí Manassero, una víctima de trata de 23 años, esclavizada desde los 15 en El Desafío, un burdel de La Rioja. Golpeada y aterrada, vivió con los Verón, hasta que ubicaron a su familia.
Los crudos relatos en los que, en boca de Trimarco, otras víctimas nombraron a algunos de los acusados, hicieron saltar a los mellizos Gómez y a su madre, Liliana Medina. “¡Yo también tengo hijos!”, gritó El Chenga Gómez.
“Que me devuelvan a mi hija, que yo la tuve acá –Susana puso las manos en su vientre–, es un pedazo de mi alma. Me arrancaron a mi hija, estoy criando a esta chiquita. ¿Qué me vienen a hablar de sus hijos?”. Descompuesta, Daniela Milhein pidió retirarse.
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